viernes, octubre 10, 2008

El Carpe Diem de los directivos de los bancos: la teoría de la tecnoestructura de Galbraith revisitada a la luz de la crisis financiera

Mi amigo David es cliente de un famoso banco y, además, uno de sus dueños. Compró 12.000 euros en acciones que ahora mismo valen menos de 9.000. ¿Le preguntaron a él cuando decidieron correr demasiados riesgos? No, él ni siquiera se molestó en asistir a la Junta de Accionistas, porque su poder de voto es ridículo. Además, ni siquiera las personas que tenían una participación mayor en el banco fueron preguntadas por la política crediticia del banco. Bueno, rectifico: implícitamente sí fueron preguntadas, cuando aprobaron la gestión del Consejo de Adminsitración. ¿Por qué no la iban a aprobar? Los beneficios llevaban creciendo varios años, la acción tocaba máximos, y todos eran muy felices. Los directivos especialmente, que habían podido ejercer sus stock options en ese momento cumbre y ya tenían el dinero asegurado en su bolsillo.
A ellos el futuro no les importaba mucho, porque tenían además un contrato blindado basado en los éxitos del presente y del pasado reciente. Eran los Ronaldinhos del fútbol: gano mi prestigio, firmo un jugoso contrato, y luego no me preocupa mucho cuidar la verdadera salud del banco a largo plazo.
Y ahí está el quid del problema: los directivos de los bancos no pierden mucho si se equivocan en su análisis de riesgos a largo plazo, pero ganan mucho si a corto plazo su gestión parece buena.
El propio sistema incentiva eso, como ya han explicado grandes economistas en algunos de los mejores libros de divulgación aparecidos últimamente: Paul Krugman habla de ello en su libro "El gran engaño" (os recomiendo el capítulo titulado "Capitalismo de amigotes"); y Tim Harford habla de los riesgos excesivos que corren los especuladores en "El economista camuflado", en el capítulo "Los hombres que no conocían el valor de nada".
Pero la teoría original que explica la ignorancia de los accionistas respecto a las decisiones de los directivos es de John Kenneth Galbraith, quien en su libro "El nuevo Estado industrial" explicaba por qué los directivos ("tecnoestructura") manejan una información que los propietarios desconocen. Además, el objetivo de los directivos es el corto plazo, los beneficios rápidos que les permiten firmar mejores contratos y aumentar su prestigio.
(aquí podéis encontrar un sencillo resumen de la teoría de la tecnoestructura).
Si -como dice Galbraith- lo que preocupa a los directivos es su prestigio, ¿cómo hacer que "paguen" por su mala gestión? Propongo un registro público de malos directivos, al que todo el mundo tenga acceso y en el que figuren todos los altos cargos de los bancos que han quebrado. ¡A mi no me gustaría tener como vecino a un maltratador del dinero ajeno!

2 comentarios:

  1. en primer lugar (y que vaya por delante) no considero a Galbraith (¿neoinstitucionalista?!) un economista sino un divulgador(de Veblen: verdadero creador del institucionalismo americano)...
    ... en el libro que alude Juan lo unico que hace es poner un neologismo a una situacion presente (y obvia):
    -los directivos van por un lado(empresarios)=prestigio poder...(tecnocratas)
    -los capitalista-propietarios (los que aportan las maquinas por otro)

    mas que hacer una lista con lo peorcito de los ejecutivos es ligar aun mas su salario con los beneficios de la empresa a largo plazo( !vamos la D.P.O tradicional¡) aunque me parece francamente complicado

    un saludo

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  2. Esos directivos a los que les importa un pimiento su prestigio y más aún lo que le pase al resto de los mortales, yo los considero unos terroristas. La explicación de semejante afirmación la encontrareis leyendo el artículo que Saramago publicaba hoy día 17 en el diario público

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