Europa ha sido siempre un continente en guerra. Los últimos 60 años de paz son una excepción en su historia, y sólo por eso la Unión Europea debe ser defendida como una buena idea. Los más más mayores, los que vivieron los horrores de la 2ª Guerra Mundial, comprenden mejor que nadie el significado profundo y la importancia que ha tenido la Unión Europea. Y, además, la UE ha puesto en marcha varias medidas que me parecen muy positivas: podemos movernos libremente dentro de los países miembros, las empresas también pueden hacerlo, hay programas de cohesión territorial (de los que países como Irlanda o España nos hemos beneficiado mucho), hay becas Erasmus para facilitar la movilidad estudiantil, y sólo por las decenas de felices matrimonios internacionales que han facilitado estas becas quizá podría justificarse todo el movimiento europeísta.
Sin embargo, a veces me da la impresión de que la UE es una bicicleta en la que si no dejas de dar pedales te caes. No llega a ningún sitio porque tiene que estar continuamente en movimiento. Continuamente aparecen nuevas propuestas, nuevas directivas, nuevas constituciones, nuevos tratados... Aparecen un poco por ciencia infusa, y vienen de Bruselas igual que los niños vienen de París. En las elecciones europeas cada vez vota menos gente y los partidos mandan al parlamento europeo a sus actores más secundarios o más quemados (Luis Herrero, Josep Borrell, Willy Meyer...). Una pléyade de funcionarios muy bien pagados y de presidentes de comisiones y comités de vez en cuando nos obsequian con propuestas que, en mi humilde opinión, se alejan mucho del espíritu fundador de Europa y que a mí me hacen dudar un poco de si realmente me apetece formar parte de esta Europa. Algunas de las perlas son:
- Aumentar la jornada laboral a 65 horas semanales.
- Promover la energía nuclear.
- Cobrar por recibir llamadas en el móvil.
y, por supuesto,
- Subir los tipos de interés en medio de una recesión.
Ante tanta buena noticia, no sé si me consuela o me entristece más escuchar el emocionante himno para la unificación de Europa, de Zbigniew Preisner:
- Aumentar la jornada laboral a 65 horas semanales.
- Promover la energía nuclear.
- Cobrar por recibir llamadas en el móvil.
y, por supuesto,
- Subir los tipos de interés en medio de una recesión.
Ante tanta buena noticia, no sé si me consuela o me entristece más escuchar el emocionante himno para la unificación de Europa, de Zbigniew Preisner:
Jeje, muy buena reflexión Juan, porque tienes toooda la razón, aunque en cuanto a la energía nuclear discrepo un poco pero bueno...
ResponderEliminarYo, por mi parte,añadiría como "perlas":
-La creación (o mejor dicho adaptación) de un sistema universitario (propio de la cultura anglosajona) que únicamente va a llevar a la devaluación de los títulos universitarios y la formación de los estudiantes, y a su elitización (entre muuuchas otras cosas).
-La política anti-inmigración que está llevándose a cabo en los últimos meses (especialmente en los países mediterráneos)
-Y sobretodo:La americanización que está viviendo el sistema europeo, que está devaluando el Estado del Bienestar.
Un saludo!
Totalmente de acuerdo contigo, Jorge. La política de la UE respecto a la inmigración da un poco de vergüenza ajena (o propia), pues nosotros somos la UE.
ResponderEliminarA veces la política sí es lo que parece: gracias por vuestra trabajo c cuando nos hacía falta. Ahora, hasta la vista: trabajadores sí, ciudadanos no.
Con la inmigración se consiguen salarios bajos en épocas de expansión (lo cuál no me parece mal, prefiero que trabaje más gente aunque los demás ganemos menos) porque aumenta la fuerza de trabajo, pero ahora que no viene bien pagarles el subsidio de desempleo, pues nos sale más barato devolverles a sus bonitos países en los que vivían fenomenal pero que dejaron sólo porque son buena gente y querían ayudar a nuestras empresas a crecer.